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Arte callejero en Puerto Rico: motor de sonrisas nómadas

Tres jóvenes, de forma independiente, tienen un mismo objetivo: compartir los beneficios que tiene el arte para vivir en un Puerto Rico en el que abunden las sonrisas

Son las 12 del mediodía, el sol está picante y Dominga está a punto de cumplir seis horas de jornada laboral como artista callejera en el semáforo de la avenida Luis Muñoz Rivera.

Más o menos a esa hora Emanuel, o Ema, como le llaman algunos, practicaba con sus anillos en la avenida Chardón, a la altura del semáforo en el puente frente al centro comercial Plaza Las Américas.

Son personas diferentes.

Provienen de lugares diferentes, empezaron a practicar trucos por razones diferentes, lo ejercen en lugares diferentes, pero se unen en una parte del tramo: ambos se complacen en sacarle una sonrisa a quien, desde su vehículo, espera el cambio del semáforo para continuar con sus quehaceres, dejando atrás el momento de la sonrisa que pudo provocarles un breve acto de circo.

 

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Un respiro de lo cotidiano

Dominga tiene 31 años y es chilena pero su fanatismo por el reggaetón ubicó a Puerto Rico en el puesto número uno de la lista de países que quería visitar.

Sin conocer a nadie o cómo funcionaba el arte callejero en los semáforos de la isla, llegó en 2023 a disfrutar de unas vacaciones que luego se convirtieron en una segunda visita que desde hace tres meses la mantienen en la luz de la Muñoz Rivera. Le gusta la alegría de los boricuas, el calor, lo divertido del lenguaje, las bromas…

Un día me picó el bichito y dije: ‘bueno, voy a intentar un semáforo a ver qué pasa’ y me inventé uno”, dijo al describir como “raro” lo que le pasó con la isla el año pasado, cuando solo estuvo poco más de media hora ofreciendo su espectáculo y le fue más que bien.

Dominga ama lo que hace. Viaja por el mundo haciendo arte callejero desde los 20 años, pero siempre vuelve a su hogar, que por el momento está en Berlín, Alemania.

Antes de deleitar a los conductores con el handstand, mueve la cabeza y el cuello en círculos y los hombros hacia atrás. Es una especie de calentamiento en la que también participan quienes la ven en sus autos, desde los más pequeños hasta los más mayores.

Luego ubica sus manos en unas pulsadoras y se eleva por todo lo alto maravillando a su público.

Pero ¿qué lo hace tan especial?

Me gusta lo que significa el impacto de cuando uno está en su cotidianidad y, de repente, aparece esta persona al frente tuyo a hacerte algo extraordinario porque el circo es extraordinario y te alegra el día, básicamente. Te saca una sonrisa, te cambia un poco de lo que venías pensando en lo que te viene pasando en la mañana. Para mí eso tiene mucho más significado que el dinero que me den”, contó Dominga.

En eso coincide Emanuel, que tiene 30 años y es de Nueva York.

Este joven practica malabares con los famosos anillos (a veces con fuego) al final de la avenida Chardón, justo al otro lado del puente frente al centro comercial Plaza Las Américas.

Aunque al principio todo era un pasatiempo, se esfuerza porque los conductores le regalen una sonrisa cuando inicia su acto. Según él, ‘la luz de Plaza’ es su reto mayor y busca que quienes esperan ahí salgan de esa rutina que involucra el típico tapón del centro comercial.

Lo mío no es solo para hacer chavo”, dijo el joven quien, al igual que Dominga, tiene una rutina previo a sus actos: sonreír, levantar los dedos pulgares y aplaudir. “Son dos minutos de su vida, pueden sonreír, aplaudir, eso es gratis. No te cuesta na’”, dijo sonriente.

Vivir el momento… ¿nueva norma de las generaciones? 

A mí me pasa que como soy tan nómada, como que me adapto muy fácil, como que no necesito muchas cosas para poder adaptarme a un lugar”, dijo por su parte Dominga, quien al igual que Emanuel se mostró como alguien que opta por vivir el día a día, sin presiones o expectativas sobre lo que les depara el futuro.

Y es que no le preocupa necesariamente recibir una cantidad exorbitante de dinero porque no lo necesita. Según ella, tiene una vida low cost que le permite vivir bien con lo que genera, lo suficiente para incluso trasladarse de un país a otro y establecerse por un tiempo.

El demógrafo Raúl Figueroa reconoció que el tema no es uno que al momento se estudie ampliamente en la isla. Sin embargo, aseguró que ciertamente hay un cambio generacional que apunta a que el grupo de jóvenes adultos de hoy no necesariamente se atan a la rutina a la que estaban acostumbradas generaciones pasadas.

Esto se ve, por ejemplo, en la adquisición de un empleo enmarcado en un horario, o de la compra de una casa.

Dominga vive del arte callejero en los semáforos, dice que es feliz haciendo eso. Se siente cómoda siendo su propia jefa y demostrando que el suyo también es un trabajo, aunque quizá se salga de la norma.

Viajo por el mundo haciendo semáforo, básicamente. Es la forma que tengo para poder trabajar y sustentar también mis viajes” a países como Brasil, Argentina, Perú, Guatemala, México, España, Suiza y Estocolmo, en donde actualmente continúa educándose en la Universidad de Artes.

 

Hay un trabajo detrás. Lo que yo hago, que es handstand, me llevó muchos años poder aprenderlo y practicarlo. Entonces, también eso tiene que ver con los frutos de lo que uno cosecha, todos unos años de entrenamiento y de querer compartirlo también”, añadió.

Parece ser que la generación actual no necesariamente ve la estabilidad como el permanecer en un espacio, sino en hacer lo que ama. Es lo que más les importa, lo que impera es lo que está pasando en el momento.

Siempre […] trato como que de ponerme dispuesto a las cosas que están pasando actualmente”, aseguró, por su parte, Emanuel.

En ese sentido, Figueroa destacó los factores como el acceso a la educación (y a su vez el dominio del inglés) y a la tecnología como posibles propulsores para que esta generación sea, quizá, más desprendida a la hora de buscar cómo establecerse.

Yo creo que es parte […] del entorno, de lo que han vivido estas personas en estos últimos años y tienen una educación. […] Tal vez todo eso influye a la perspectiva de vida que tienen y a lo que ellos piensan. Esta es una generación más tecnológica, que se hace mucho más fácil moverse en esos aspectos”, explicó.

Arte en Puerto Rico

La discusión sobre el financiamiento de la industria artística y todas sus ramas no es nueva.

De hecho, el informe de Industrias Creativas del Instituto de Estadísticas de Puerto Rico es, quizá, el recurso que más se acerca a reseñar el estatus de lo que hacen estos jóvenes.

El último informe, del 2020, destaca que para ese entonces el 31.1 por ciento de las personas que laboraban en industrias creativas lo hacen, específicamente, en el sector de las artes, y que $6,736 era el salario más bajo que podían recibir aquellas personas que trabajan en teatro.

Asimismo, se ven importantes fluctuaciones en la participación laboral y el establecimiento de negocios. Sin embargo, no hay datos actualizados luego de iniciada la pandemia por COVID-19.

Para Dominga, lo mágico del arte callejero es la exhibición del talento sin exactamente contar con un escenario, humo o luces, como el que le espera a su regreso a Alemania en el festival Fusion frente a 80 mil personas.

El sentido que tiene eso es poder llevarle también arte a gente que no puede pagar ir al teatro, que no puede costearse el arte porque, al final, el arte es caro hoy en día”, dijo.

Si tú quieres darme, feliz, y si no, también. Y si es una sonrisa también la acepto”, añadió la joven chilena, quien al terminar cada acto opta por caminar entre los primeros autos a ver si alguien ‘le da la señal’ para recibir una recompensa por su acto.

Lo que le interesa es hacerlo accesible aunque no siempre haya una compensación monetaria por ese esfuerzo, porque claro, el handstand es una práctica que, como otras que hace incluso con fuego, requiere de entrenamiento. No por nada la gente queda sorprendida.

Y la realidad es que parece ser que siempre hay trabajo en el arte callejero, y no como pudieran pensar algunos.

Emanuel también vive de sus acrobacias, que fueron las que le dieron sustento mientras estudiaba en la universidad. Esto era parte de ese bucket list, tal como para Dominga lo era el conocer Puerto Rico.

Pero resulta que hoy día incluso lo contactan para formar parte de espectáculos, como las aperturas de negocios.

Así como a Dominga, a Emanuel le gusta el ambiente en Puerto Rico porque es más relajado que en otros escenarios, como en Nueva York, de donde es oriundo y donde se tendía a criticar más los espectáculos.

En la isla encontró otro ambiente. Hay quienes más allá del circo ofrecen espectáculos de bomba y plena o hacen presentaciones musicales porque no hay esa presión de crítica social. Según Emanuel, hay una comunidad que se ayuda entre sí y que se encuentra en una época de transición.

No es una competencia, es una comunidad […] medio orgánico, que fluye. Porque yo creo que […] esto es una época entre la vida universitaria y antes de empezar la vida de adulto”, dijo el joven que tiene familia tanto en Puerto Rico como en la isla de Saint Thomas.

Al final, a través del arte también se aprende y eso es parte de la encomienda que se ha propuesto Emanuel. Para él “es más fácil explicar las cosas con diversión que gritar a la gente en su cara”.

Aunque en esta ocasión solo conversamos con Dominga y Emanuel, no están solos. Hay un grupo amplio que se reúne en particular a la altura de Plaza Las Américas y en otras áreas de la isla, aunque de ser extranjeras también, no deben presentar ningún impacto adverso a la isla, sino más bien positivo en la medida en que consuman.

Mientras, Emanuel y Dominga, cada cual en su semáforo, disfrutan de las experiencias que puedan regalarles a otros, y de las que ellos también se benefician.

Yo creo que, hasta ahora, una de las cosas más significativas fue una mujer tercera edad que podría haber sido mi abuela, que me mira con sus ojitos y me dice ‘te admiro’, pero fue como un admirar tan de lo profundo de su corazón que como que me derretí”, contó entre risas la joven chilena al recordar una de las memorias en el cruce.

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